lunes, 23 de febrero de 2009

Homenaje a Celia por aquel 11 de enero que entró para siempre en la memoria de su pueblo y de la historia



Los recuerdos vienen a su cabeza este enero de 1959 con la fuerza de los aguaceros en Medialuna que hacían crecer el río Virana y ampliarlo hasta el patio de su casa. Su vida ha dado un cambio tan grande desde el 2 de diciembre de l956, cuando Fidel y sus hombres desembarcaron del yate Granma. Han sucedidos tantas cosas en sòlo dos años y tan intensas, que se derrumbará cuando llegue a la casa familiar, como si necesitara dejar brotar en lágrimas toda la tensión que ha sufrido durante dos años.
Sé sorprenderá cuando el viernes 16 de enero de 1959 un articulo del periódico Revolución declara abiertamente lo que el pueblo irá constatando en el transcurso de los días por venir.

CELIA SÁNCHEZ

Celia es la compañía constante de Fidel: es mucho más que una secretaria, una consejera y una guardaespaldas; es todo eso y una ferviente propugnadora del ideario de Fidel Castro.
De todas las heroínas merece un primer plano para presentarla como ejemplo digno, una mujercita de aspecto sencillo y fina como un cristal, cuya voz hemos oído como un susurro en oración. Celia Sánchez fue a la Sierra Maestra y clavò la bandera de la libertad junto al busto de José Martì, cuando la dictadura se burlaba de las quejas y los ayes de toda Cuba.
Sus conocimientos fueron los que salvaron la Revolución de Fidel Castro, ya que sin Celia Sánchez, la primera mujer insurrecta de la Sierra Maestra, la permanencia de los hombres del Granma en aquellos parajes hubiera sido imposible.
Fidel Castro depositó en Celia Sánchez toda su confianza. Ella fue la madre virgen de todos los nuevos mambises, la adoración fue contagiosa y no hubo hombre o mujer que subiera a la Sierra Maestra que no quisiera apretar la mano fina de Celia Sánchez.
Los jefes de operaciones militares sabían que Celia Sánchez llevaba consigo el dinero de la Revolución, que era ella quien pagaba los víveres y los gastos que ocasionaban los rebeldes y por este motivo la suponían con una cantidad superior al millón de pesos en efectivo.
Modesta hasta la complejidad, no habla de sus hazañas, de su estoicismo, de su ayuda al líder rebelde, sòlo piensa en su Manzanillo querido, en Pilón, en la tumba callada del Dr. Sánchez; en la cantidad de muertos que ella trató de cuidar, en las promesas que hicieron de crear escuelas y mejorar las condiciones de vida de los campesinos de la Sierra Maestra.
A Celia no le gusta esa publicidad, pero es completamente justa. Lo ha afirmado el propio Fidel al expresar que cuando se escriba la historia de la Revolución habrá en que poner en primer plano los nombres de David y Norma, que eran los apelativos de Frank País y Celia en los primeros días de la clandestinidad. Es increíble lo realizado por esta mujer frágil en apariencias, pero de gran arrojo y testarudez cuando decidía involucrarse en algo. A ella le deben los expedicionarios del Granma desde los mapas y las cartas náuticas de la región, hasta que, incluso, después de la dispersión hayan encontrado ayuda en campesinos como Mongo Pérez, porque todo había quedado previsoramente organizado por ella, después de resignarse a que su petición de venir en el Granma había sido denegada.
La prensa en enero de 1959 no podía imaginar que aquella frágil mujer, como el cristal, era capaz de discutir de tú a tu con mafiosos, con valentía impresionante para ellos mismos. Ella no lo permitirá tendiendo un manto de secreto sobre las tantas cosas que hizo. Después de los primeros meses del triunfo no aparecerá en los periódicos, ni en las reseñas periodísticas. Alguna foto robada a su modestia permitirá verla en algún recorrido. Se impondrá una suerte de clandestinidad voluntaria en el que se mezclan su timidez, su sentido de libertad personal, y su concepción de que el lugar de ella es en los recodos de su propia luz, sin pretender interferir ese esplendor que lo acompaña a èl como protagonista principal.
El sentimiento de gratitud por su padre crece como el entusiasmo en las calles que atraviesa como una clandestina sin que las personas que la ven pasar sepan que ahí va la indispensable Celia Sánchez de Fidel Castro, quien la ha consagrado como tal en una carta del 17 de mayo de 1958, te has hecho indispensable para nosotros, le escribe entonces y ahora mientras ella sostiene su encuentro con la familia, ya anda indagando en el Hotel Habana Hilton a donde se ha ido.
Su sobrina Alicia Otazo, con quien siempre tuvo una estrecha relación afectiva, recuerda aquel primer encuentro de Celia con la familia después de la llegada triunfal a La Habana de la caravana rebelde, el 8 de enero de 1959. Durante un rato largo llorò, se abandonó completamente al dolor de haber perdido al padre amado. Quizás muchos no lo sepan, pero se ha muerto un hombre extraordinario, al que Celia debe las mejores lecciones de su vida desde aquel primer dolor inenarrable que fue la muerte de su madre Acacia Manduley. Entonces la niña de seis años enfermó de no comprender como podía desaparecer una persona tan entrañable para todos, que prodigaba bondad y alegría a los que le rodeaban y fue su padre quien intentaba explicar lo inexplicable para consolarla, con la misma ternura fuerte que le envió aquel mensaje cuando ella había sido apresada en Campechuela y logró escapar de manera espectacular.
Papá me hizo una cartica y me mandó una pistola 45 que el tenìa, contó Celia. Me dijo las noticias que él había tenido, que en cualquier momento me iban a coger, que ya que yo estaba dispuesta a dar la vida por todo esto, y que no solamente era yo, sino que había otros compañeros también, y por salvar al propio movimiento a veces era mejor no caer presa; que en cualquier momento que a mí me cogieran me iban a torturar, y por el bien del movimiento y por el bien del triunfo de lo que ya nosotros nos habíamos incorporado, que me diera un tiro antes de caer en manos del enemigo, y me mandó la pistola. No haber podido cuidar de su padre enfermo, no haberle dado el consuelo de su presencia le laceraba el corazón.
Aquellos fueron tiempos difíciles en La Habana para la familia, que siempre estaba vigilada por la policía, rememora Alicia Otazo. Cuando abuelo se pone peor y lo ingresan en el Pabellón Borges, lo recuerdo regañándonos porque acompañábamos a mamá. Abuelo tenìa una relación secreta que ninguno de sus hijos admitía. He pensados mucho en eso después. Como todos mis tíos, incluyendo a Celia, hacían como si no supieran de aquella mujer que fue compañera de abuelo y lo acompañó hasta la muerte, aunque el nunca olvidó a abuela Acacia. . Es una de las cosas de mi tía Celia que me pareció rara, que no tenia que ver con su sentido de la libertad y el respeto a las relaciones de la gente.
Cuando Celia supo que papá estaba muy malo mando a Lydia Doce- narraría años mas tarde su hermana Silvia- Ella sabia lo que tenia papá desde enero de 1958, cuando se lo mandamos a decir. Sabemos que le dijo a Lydia Doce que se quedara con nosotros hasta la muerte de papá para que después le contara como fue todo. Y Lydia vino quince días antes de morir papá, y estuvo en el hospital mucho tiempo, y paraba en una casa en la Víbora. Mi padre murió en la sala Borges del Hospital Calixto García. Yo me acuerdo que la gente preguntaba al referirse a Lydia: ¿y quién es esa? Y nosotros le decíamos que era una pariente que había llegado de Media Luna, y a los de Media Luna le decíamos que de Manzanillo o de Santiago. A papá se le sepultó en La Habana. El velorio fue en el tercer piso de la Funeraria Rivero, y estuvo repleto de gente de Santiago, de Niquero, de Campechuela, de Media Luna, y mucha gente del clandestinaje y una gran cantidad de obreros. Pero allí también estaba la gente del SIM por todas partes, porque se corrió que Celia vendría de la Sierra para estar en el velorio, y también se dijo que estaba prisionera; pero Lydia Doce nos dijo que eso era mentira, porque ella tenia noticias muy frescas de que Celia seguía en la comandancia. Pero cuando Mariano Boffil llegò a la funeraria se le puso coto al problema. Desde el mismo edificio él llamó a Batista para pedirle que retirara a toda esa gente que estaba fastidiando en el velorio. Y después fue que la gente del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) se retiró de allí. Los compañeros de la clandestinidad mandaron una corona enorme que decía : Al padre de Celia, Movimiento 26 de julio. La pusimos delante del féretro y nadie dijo nada.
Su padre era tan querido y respetado que el agradecimiento a èl le ayudó en ocasiones extremas, como el día de la fuga de Campechuela. Celia lo narró así: Y estando allí, un revolico muy grande. Yo no sabia que era y eran tres perseguidoras de Manzanillo, con la policía, unas cananas por aquí, las ametralladoras, un despliegue, otra perseguidora que llega después y el primero que aparece y me ve es Hatuey. Hatuey era uno del ejèrcito que tenia fama de plan de machete en la represión a las luchas obreras. Había reprimido y había torturado. Hasta su físico era desagradable. Tenia la cara picada de viruela y una cicatriz grande en la cara. Su padre había tenido tifus y papá fue el mèdico que lo salvó, parece que él guardaba algún agradecimiento. El se sorprendió al verme pero no dijo nada....().... Me enteré que Hatuey , el guardia, me había conocido y que pasó por casa de papá. Fue a casa a buscar a papá, que necesitaba hablar
con él urgente y papá lo recibió y entonces le dijo: Mire, yo le vengo a decir que trate de sacar a Celia del país, porque està perseguida, que nosotros tenemos que entregarla muerta y nosotros la hemos cogido en Campechuela presa y se ha escapado y yo le aseguro que la segunda vez ella no escapa. Así que trate de sacarla de aquí porque a ella la van a coger, y la van a torturar y la van a matar, porque ella tiene que hablar, ella tiene mucho conocimiento de todo esto. Fue a decirle todo eso a papá por un agradecimiento muy personal que le tenìa a papá por el problema de su padre. Dice que cuando él entró se sorprendió cuando me viò. El no quería ser partícipe de aquello por el agradecimiento a papá, a la familia, que no lo olvidaba.
Nosotros tenemos que acordarnos de papá constantemente- decía su hermana Griselda- porque todos los pasos que fue dando la revolución él los había soñado. Recuerdo que en Media Luna había un grupo de jóvenes que trataron de crear un club o algo parecido, y él les dio calor. Se sabe que el día de la constitución de ese club papá pronunció un discurso donde le recomendaba unirse y organizarse para trabajar por el desarrollo de Cuba y hasta puso de ejemplo la experiencia rusa soviética.
Aconsejaba, entre otras cosas, a la juventud que se volcara a la agricultura para aliviar la terrible hambre que había entonces. También exhortaba la juventud a leer, a estudiar, incluso embullaba a los muchachos para que fueran a leer los libros que el tenia en su biblioteca, y puedo decirte que fueron unos cuantos los que pasaron por allí.
En los primeros días de victoria Celia rindió tributo a aquel padre que fue sin dudas uno de los grandes amores de su vida.

(Fragmento del Libro inédito Los amores de Celia)

Soledad Cruz

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