viernes, 2 de mayo de 2014

Entrevista de Ernesto “Che” Guevara con Frondizi.




Arturo Frondizi y Ernesto Guevara

La entrevista del presidente argentino Arturo Frondizi con Ernesto Guevara, fue uno de los detonantes del golpe de Estado del 29 de marzo de 1962.

Ernesto Guevara y su comitiva oficial llegan al Uruguay el 5 de agosto de 1961 para participar del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) de la Organización de Estados Americanos, celebrado en Punta del Este.
Su llegada a este país tiene una gran repercusión internacional y es la figura del evento. La prensa acreditada y los delegados presentes intentaban saludar o hablar con el ya mítico guerrillero argentino. Para los planes estadounidenses este encuentro de países latinoamericanos era muy importante, ya que intentaban promocionar su famosa Alianza para el Progreso. La presencia del Che y la influencia en otros países de la revolución cubana, podían afectar este proyecto norteamericano. En aquel histórico evento, Ernesto Guevara habló de la lucha anticolonialista de Cuba, de su revolución y señaló:
“Es una revolución que ha reafirmado la soberanía nacional y, por primera vez, ha planteado para sí y para todos los pueblos de América, y para todos los pueblos del mundo, la reivindicación de los territorios injustamente ocupados por otras potencias. Es una revolución que tiene una política exterior independiente, que viene aquí a esta reunión de Estados Americanos, como uno más entre los latinoamericanos; que va a la reunión de los países no alineados como uno de sus miembros importantes y que se sienta en las deliberaciones con los países socialistas, y que éstos le consideran un país hermano. Es, pues, una revolución con características humanistas. Es solidaria con todos los pueblos oprimidos del mundo; solidaria, señor Presidente, porque también decía Martí: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.» Y cada vez que una potencia imperial avasalla a un territorio, les está dando una bofetada a todos los habitantes de ese territorio. Por eso nosotros luchamos por la independencia de los países, luchamos por la reivindicación de los territorios ocupados. Apoyamos a Panamá, que tiene un pedazo de su territorio ocupado por los Estados Unidos. Llamamos Islas Malvinas, y no Falkland, a las del sur de Argentina, y llamamos Isla del Cisne a la que Estados Unidos arrebató a Honduras y desde donde nos está agrediendo por medios telegráficos y radiales. Luchamos constantemente aquí, en América, por la independencia de las Guayanas y de las Antillas Británicas, donde aceptamos el hecho de Belice independiente, porque Guatemala ya ha renunciado a su soberanía sobre ese pedazo de su territorio; y luchamos también en el África, en el Asia, en cualquier lugar del mundo donde el poderoso oprime al débil para que el débil alcance su independencia, su autodeterminación y su derecho a dirigirse como estado soberano.”
Los países más importantes de la región, Brasil y Argentina, estaban soportando presiones constantes de los militares, los cuales intentaban navegar en medio de la “Guerra Fría”. Con el fin de demostrar al mundo la autonomía política del gobierno del Brasil, el presidente Janio Cuadros, cursa una invitación oficial a Ernesto Guevara.
Mientras tanto, Jorge Carretoni, integrante de la delegación argentina y destacado militante del partido gobernante la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), enterado de la invitación brasilera, comienza a mover sus hilos diplomáticos para hacer lo mismo, a pesar de que la situación de Frondizi era sumamente precaria.
Ricardo Rojo uno de los amigos de los últimos años del Che, se traslada también a Punta del Este, para estar cerca de Guevara. En su libro “Mi amigo el Che”, Rojo nos cuenta lo sucedido en aquel encuentro: “Al poco de llegar, fui interceptado en un pasillo por un antiguo conocido que todavía pertenecía al Partido Radical Intransigente del presidente Frondizi, y que después de desempeñarse como diputado colaboraba con el gobierno en negociaciones especiales. Me pidió que le presentara a Guevara, rogándome que lo planteara en privado con él. Cuando trasmití a Guevara este pedido, quiso que le anticipara el interés real que podía encontrar en una entrevista como esa. Eran muchos los argentinos que se tropezaban en las antesalas para estrecharle la mano al Che. Le expliqué al solicitante que debería suministrar mayor información si quería ser atendido, y entonces me contestó:
–Realizo una misión confidencial por cuenta de Frondizi.
La entrevista tuvo lugar al día siguiente, en la habitación de Guevara, con la asistencia del gestor del presidente Frondizi, Jorge Carretoni, y yo. Fue durante largo rato una cordial conversación de amigos, con el mate en la mano, y una pava con agua caliente…”. Carretoni quedó muy impresionado con Guevara. El dirigente de la UCRI, que era parte de una corriente progresista dentro del partido, consideraba que la visita de Guevara podría darle una perspectiva más de izquierda a su gobierno, inclinado ostensiblemente hacia la derecha.
El propio Jorge Carretoni nos cuenta: “La idea de traer a Guevara nace de un intento por recuperar ciertos valores doctrinarios nuestros, queríamos colocar al gobierno en una actitud menos derechizante de la que lo habían colocado. Lo pensamos en su momento para meter una cuña entre Frondizi y Frigerio. Yo negocié las condiciones en las que vendría Guevara: burlar a los servicios de inteligencia nacionales y extranjeros, como sucedió, que ni Cuba ni el bloque soviético debían tener noticias del hecho, agenda abierta y garantías para entrar y salir de la Argentina.”
Informado Frondizi -por parte de Carretoni- de que Guevara había aceptado la invitación, comienza a dar las oportunas órdenes. La entrevista se debía realizar de forma discreta, secreta y con el máximo de garantías, ya que el ambiente militar estaba muy caldeado.

17 de agosto.

Aquel día el Presidente se comunicó con su grupo de seguridad personal, a eso de las once y media de la noche. La pregunta era si estaban en condiciones técnicas de darle seguridad física al Ministro de Industrias de Cuba. Frondizi le dijo a su guardia de seguridad personal:
–Él va a llegar a la Argentina en un aerotaxi a Don Torcuato, alrededor de las 8 o 9 de la mañana, preparen todo. A partir de ahora las órdenes las voy a dar por teléfono.
–A sus órdenes Señor Presidente – le responde su jefe de seguridad.
La orden oficial fue que se garantizara la seguridad del Ministro Ernesto Guevara por 24 horas, aunque los planes de ambos políticos era que la presencia del argentino cubano sólo duraría algunas horas. Su permanencia por más de 24 horas en el país, requeriría dar parte a la Policía Federal.
Las dos personas encargadas de escoltar a Guevara serían los Tenientes de Fragata de la custodia presidencial Emilio Filipich y Fernando García Parra.

18 de agosto de 1961

Ernesto Guevara, acompañado por el diplomático cubano Ajax Castro y el diputado Jorge Carrettoni parten en el Aerotaxi Bonanza del aeropuerto Ángel S. Adami del barrio de Melilla en las afueras de Montevideo.
El Teniente de Fragata Fernando García, uno de los encargados de su seguridad, refiere cómo fueron los preparativos para recibir a Guevara en las afueras de Buenos Aires: “nos fuimos a Don Torcuato, donde llegamos de noche. Hablamos con el jefe del aeropuerto que, por supuesto, quería saber a quién íbamos a buscar. Bueno, la respuesta fue “ahora, no le podemos decir… no le vamos a decir ahora a quién venimos a buscar, pero cuando llegue el avión usted se va a dar cuenta, primero, porque no estamos respondiendo y luego, comprenderá en ese instante.
Nos sentamos a tomar un café, pasó el tiempo y el avión se demoraba. Se hizo de día, y a eso de las nueve y media, diez menos cuarto… el avión no había llegado y dice “bueno, ¿ahora que hacemos?”. Llámalo al Doctor Frondizi -porque no había otro interlocutor en el medio-. Bueno, lo llama por teléfono y le dice:
–Doctor, no ha llegado el avión todavía. ¿Debemos seguir esperando?
El Dr. Frondizi responde:
–El avión va a venir; yo les aseguro que viene. Pero, si antes de las doce -no, antes de la una-, no está en la residencia, a la una y cuarenta cinco lo llevan a Casa de Gobierno.
A los pocos minutos llegó el avión y los escoltas se acercaron adonde había terminado su carreteo. Tras las presentaciones y saludos son invitados a subir a los autos. “La imagen, cuando baja el ministro Guevara del avión, su vestimenta era ropa de combate - nos relata Fernando García-. Cuando baja le informamos que el Presidente nos había designado para acompañarlo. Yo le dije que yo le iba a dar custodia personal, él venía con Ajax Castro, el ministro de Asuntos Latinoamericanos de Cuba. Como estábamos retrasados yo creo que fuimos como a 120, desde Don Torcuato hasta Olivos. Una menos cinco entramos, con lo cual estábamos en tiempo.”
Durante el viaje en coche lo acompañaba Fernando García. Pocos fueron los diálogos. Guevara miraba por la ventanilla los lugares que iban recorriendo. Muchos de aquellos paisajes urbanos le eran conocidos, desde muy niño. Según cuenta el periodista Hugo Ganbini al pasar por San Isidro, el Che quiso saber:
–¿Cómo anda el SIC?
El chofer sólo atinó a decir: — ¿Cómo anda quién, señor?
Guevara se dio cuenta entonces de que el rugby no era el fuerte de los tripulantes del auto y cambió de deporte:
–Quiero decir Rosario Central, ¿cómo anda...?

Guevara llega a Olivos.

El destino de la comitiva era la Quinta presidencial de Olivos, en el Partido de Vicente López. Los coches fueron avanzando por la avenida Libertador hasta llegar a la entrada principal de la Quinta. Los guardias de la entrada estaban atentos a la llegada de una visita importante. Después de recorrer varios metros, los coches se detienen frente a la histórica mansión, donde son saludados militarmente por los soldados que prestan la guardia y por el personal de protocolo. Así como Guevara entra en la residencia presidencial, sale el Presidente Arturo Frondizi a darle la bienvenida.
Fernando García está junto a Guevara. Relata cómo vivió aquel encuentro: “Se abren las puertas del escritorio, y Frondizi lo invita a pasar a Guevara y, detrás de él, fue Ajax Castro, el Ministro de Asuntos Latinoamericanos. Pero en el momento en que se propone entrar se cierran las puertas, y queda con nosotros, del otro lado el Ministro Guevara. Frondizi prefería que la reunión fuera totalmente a solas”.
Años después el propio Arturo Frondizi le cuenta a la periodista Emilia Menotti, su versión de la entrevista con Ernesto Guevara:
“Llevado a mi presencia, tuvimos una charla absolutamente a solas, que duró aproximadamente unos setenta minutos. Cuando abordamos el tema de la posibilidad de elaborar algún tipo de status de convivencia con Estados Unidos, me hizo notar que lo consideraba improbable por la resistencia de los grupos más duros del país del Norte; pero que, de todas maneras, si yo lo consideraba conveniente, explorara la posibilidad, pues él estaba de acuerdo en buscar, en la medida de lo posible, alguna salida al aislamiento. Si el statu quo entre los Estados Unidos se acordaba a través de la gestión de América latina, Cuba permanecería en el sistema interamericano. De lo contrario deberían los Estados Unidos negociarlo con la Unión Soviética, y Cuba integraría entonces el sistema del Pacto de Varsovia, como efectivamente sucedió. Mi interlocutor opinaba no obstante que el camino de América pasaría en algún momento por un enfrentamiento total con Estados Unidos. Creía que en pocos años América latina se transformaría en un gigantesco Vietnam. Nosotros expusimos nuestra tesis sobre la integración y el desarrollo. Guevara aparecía algo desencantado con respecto al curso de la revolución cubana, sobre todo porque descreía ya de las posibilidades de una industrialización acelerada por falta de medios de financiamiento. Cuando salió de la entrevista, en un comentario marginal que hizo en el reducido grupo de los que habían participado del trámite, confesó risueñamente que habían tenido que “encañonar” a los rusos para que les financiaran una acería con capacidad para 700.000 toneladas. Nunca más lo volví a ver. Pocos meses después yo sería derrocado; él encontraría la muerte, años más tarde, en la selva boliviana, empeñado en el estéril intento de “fabricar” una revolución en un medio que desconocía y ante un pueblo sufrido que, como todos los del mundo, aspira a su rendición pero para hacerla por sí mismo, con sus formas propias de participación y movilización.”
El periodista Hugo Gambini en su biografia "El Che Guevara” recuerda también la versión que Frondizi dio de aquella entrevista. "(...) Guevara me escuchó y accedió a examinar el problema sobre la base, que yo le propuse, de que Cuba no insistiera en querer exportar su revolución a otras naciones del hemisferio. Sin embargo me dio su opinión sobre América Latina afirmando que, aún sin influencia o injerencia cubana, la revolución era inevitable pues estaban cerrados los caminos de la evolución pacífica".
Al terminar la entrevista Frondizi se acerca a García y le indica:
–Teniente, usted me va a garantizar la salida de este señor del país. Va a contar con cinco minutos para ver a una tía, él le va a indicar dónde queda. ¿Comprendido? Lo llama al brigadier Rojas Silveira, y le dice que deje salir el avión. Que después va a ir todo el permiso judicial, de parte de él.
Ernesto Guevara ya había estado reunido con su familia y amigos en Punta del Este y solo le faltaba saludar a su tía María Luisa Guevara Linch, que estaba muy enferma y vivía en San Isidro.
A los pocos minutos de que Frondizi se retirara para trasladarse a la Casa Rosada, el Che se queda dialogando con los presentes. Fue en ese momento que se presentó la esposa del Dr. Frondizi, la señora Elena Faggionato y su hija, para saludar al visitante.
La mujer del presidente de forma amable y campechana le dice a Guevara:
–Comandante, ¿usted comió?
Guevara no pudo ocultar su apetito:
–La verdad, señora, que apenas tomé unos mates a las seis de la mañana, antes de salir para acá.
El Che miró al resto de la comitiva intentando aseverar su respuesta. Mientras tanto Elena Faggionato continúa con su invitación:
–¿Y no quiere que le haga preparar un churrasco bien jugoso? Es que los quería invitar a comer algo, por la hora que es. Supongo que tendrán hambre.
Ella le pregunta si tendrían algunos problemas en retrasarse unos minutos. Guevara le contesta, después de pensar unos segundos:
–En realidad ya no sé, me parece que a todos lados donde vamos, trae algún problema.
Mientras Elena le responde:
–¡No! ¡esto no! Comer no trae problemas. Les voy enviar a preparar un almuerzo informal. Un bife, una ensalada y una fruta… por la hora.
El Che con cara de satisfacción y agradecimiento le dice.
–Bueno, ¿quién le dice que no a un pedazo de carne argentina?
El propio García refiere: “Así que, nos quedamos a almorzar. Después de hablar durante un rato nos invitaron a pasar al comedor. Durante la comida Guevara nos habló sobre el desarrollo de China.”
García aprovechó para contarle su visita a Cuba en su viaje de instrucción como cadete, su visita a Tropicana y le pregunto por las carreras de galgos, que se corrían en Cuba. La comida fue muy amena, con anécdotas que suscitaron las risas de los comensales. Guevara comía con placer elogiando el bife de chorizo. A los pocos minutos la comitiva salió de Olivos para visitar a su tía María Luisa Guevara Linch. En el coche, ya distendido y de forma amena, les comentaba a los acompañantes:
–Como ha progresado esto. Acá es donde tomaba el colectivo para ir al SIC.
Las siglas mencionadas eran de su equipo de rugby San Isidro Club. Luego hizo referencia a que este deporte le servía como terapia para su asma.
En medio de la conversación preguntó si le daría tiempo para llegar a la casa de su tía María Luisa, contestándole García:
–Por supuesto, pero me tiene que decir dónde queda.
–Acá, a tres cuadras en la calle Gelly y Obes.
Al doblar en la calle señalada expresa con gesto de reconocer el lugar:
–¡Es por acá!
El Che había vivido en aquel barrio durante algún tiempo en la calle Leandro N. Alem. Fue cuando su familia se trasladó desde la provincia de Misiones a Buenos Aires. Por ese entonces don Ernesto pone en sociedad con Germán Frers un astillero en la localidad de San Fernando. La empresa quedaba muy cerca de San Isidro, donde vivía su hermana María Luisa con su marido Martínez Castro. El propio Don Ernesto Guevara nos cuenta esta etapa:”…Para mayor comodidad alquilé una pequeña casa a mi cuñado Martínez Castro. Los fondos de mi casa daban a los fondos de su casa, a la que se consideraba como una reliquia colonial, donde había un frondoso parque. Nosotros teníamos la ventaja de poder usar como nuestro ese gran jardín arbolado donde diariamente jugaban mis hijos en compañía de otros chicos, y donde bajo un gigantesco pino jugaba todos los días Ernestito, a quien cuidaba Carmen Arias…”
En los minutos que tardó en llegar el Ministro Guevara a la casa de la tía, por su memoria habrán pasado muchos recuerdos de su infancia: Las tardes bañándose en el rio de la Plata con su madre, el inicio de su asma crónica…
Al llegar a la casona, Guevara se bajó con los acompañantes. Era una casa antigua, - nos comenta Fernando García- una casa al frente, con rejas. La entrada de la casa estaba detrás de la reja. Tenía un jardín bastante grande, es decir, un parque. En el mismo había un jardinero. Era un hombre delgado, canoso, medio barba, apoyado en una guadaña. Al ver a Ernesto quedó asombrado. El Che entra y abre la puerta. Mira hacia adentro y dice:
–Sí, sí, es acá.
García le responde:
–¿Por qué no tocamos timbre?
Guevara sin dudar dice:
–No, no, no, es acá, es acá.
Y se metió en la casa, sin esperar.
La casa era alargada, de esas antiguas tipo chorizo, con las habitaciones a los costados y el hall cerrado. Al escuchar las voces salió su tío Martínez Castro, caminando lentamente. Al verlo exclamó:
–Uy Ernestito…! –Y se abrazaron con emoción.
Juntos caminaron, hasta llegar a la habitación de la tía. Cuentan los testigos presenciales que entró, la saludó, se besaron y recordaron viejas épocas y situaciones familiares. Ernesto le preguntó por su salud. Inclusive le hizo alguna broma diciéndole que el único problema que tenía eran los años.
Con voz casi quebrada Guevara se despide de su tía:
–Bueno tía, me alegro de haberla visto. Ha sido lo mejor de mi visita.
Se abrazaron largamente, se besaron y salió de la habitación.
Al salir, su tío Martín Martínez Castro, quien fuera el presidente del San Isidro Club. SIC famoso equipo de rugbi de San Isidro le recuerda:
–Ernestito, ¿te acordás de esta habitación? Acá es donde vos dormías con tu hermano. Jugaban….
En el camino hacia la puerta, Guevara se despide muy emocionado:
–Bueno tío yo creo que esta es la última vez que nos vamos a ver. No creo que tenga posibilidad de volver a la Argentina, pero la he pasado muy bien… fue una gran alegría haberte visto.
Los dos se abrazaron. Los presentes recuerdan que cayeron algunas lágrimas.Para romper la emoción, el Che, haciendo esfuerzos con su voz quebrada, dio órdenes de partir. La comitiva se subió a los dos autos y tomaron rumbo para Don Torcuato. En el camino, después de algunos minutos de silencio, Guevara comentó que su tía no estaba tan mal como había pensado, que tenía los achaques lógicos de su edad.
Al llegar al aeropuerto el piloto esperaba a la comitiva. Tanto García comoEmilio Filipich lo acompañaron hasta el pie del avión. Guevara tuvo palabras de agradecimientos para sus dos custodios. Pocos minutos después atravesaban el Rio de la Plata. Sería la última vez que pisaría territorio argentino. En Uruguay lo estaba esperaba el avión cubano que lo trasladaría a Brasil para entrevistarse con el presidente Janio Cuadros.
El presidente Arturo Frondizi fue desplazado del gobierno por un golpe de Estado poco tiempo después, el 29 de marzo de 1962.

Lois Pérez Leira

Bibliografía Consultada.

Menotti Emilia, Testimonio de Arturo Frondizi. Editorial Planeta, Buenos Aires, 1998.
Barcelona Eduardo, Detengan al Che. Editorial Caras y Caretas. Buenos Aires, 2009.
Anderson, Jon Lee (1997). Che Guevara. Una vida revolucionaria. Barcelona: Anagrama.
Castañeda, Jorge G. (1997). Compañero: vida y muerte del Che Guevara. Buenos Aires. Espasa.
Constenla, Julia (2006). Che Guevara. La vida en juego. Buenos Aires: Edhesa.
Guevara Lynch, Ernesto (1988). Mi hijo el "Che". La Habana: Ed. Arte y Literatura.
Taibo II, Paco Ignacio (1996). Ernesto Guevara, también conocido como el Che. México, Planeta/Joaquín Mortiz.
Rojo Ricardo, Mi amigo el Che. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996.

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