jueves, 23 de febrero de 2017

Internet y el futuro de la economía cubana




Internet ha tenido importantes implicaciones para las economías y las sociedades en los últimos 20 años. Esta red ha venido a complementar los grandes desarrollos que se empezaron a producir en la electrónica después de la Segunda Guerra Mundial. El avance de la computación, el procesamiento avanzado de datos y el ordenador personal en los ochenta permitieron el despliegue de esta red, que ha transformado la vida de las personas y la actividad de las empresas. Hoy se ha convertido en el sector difusor del cambio técnico hacia la economía y el resto de la sociedad.
Internet y otros desarrollos de similar corte son considerados tecnologías de uso general y multidimensional, una definición en las ciencias sociales reservada para plataformas que cambian radicalmente la organización de la producción y su localización. Por ejemplo, la creciente internacionalización de los servicios está soportada sobre la base de una recomposición acelerada de su estructura en favor de los servicios técnicos intensivos en conocimientos y los modos de prestación que hacen uso de estas tecnologías.
En Cuba, como mínimo, se puede decir que desde hace más de una década se vienen dando pasos importantes para asegurar un uso amplio de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). La fundación de la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI), la construcción de varios Joven Club, la posibilidad de acceder a la telefonía móvil, la conexión por cable de fibra óptica a Venezuela, la instalación de zonas públicas de acceso a Internet a través de la tecnología WIFI, la televisión digital y las pruebas piloto para llevar Internet a los hogares. Todos estos son hitos en ese camino. No obstante, los beneficios descritos anteriormente dependen de tres condiciones simultáneas: universalidad en el acceso, calidad de la infraestructura y capacidades propias, tanto en términos de capital humano como la existencia de organizaciones que sean capaces de aprovechar estas oportunidades.
En ese sentido, ¿estamos avanzando al ritmo necesario? En acceso a Internet, Cuba tiene una de las tasas de penetración más bajas en el mundo, sobre todo desde los hogares. La Unión Internacional de las Telecomunicaciones (organismo de Naciones Unidas del que Cuba forma parte) la sitúa consistentemente en los últimos peldaños en su Índice de Desarrollo de las TIC (IDT), que integra tres dimensiones: acceso, utilización y capacidades. En la edición correspondiente a 2015, Cuba se situaba en el puesto 129, entre 167 países analizados, ubicándola en una peor posición que hace cinco años. En cualquier caso, un puesto por debajo de su nivel de ingreso o el esfuerzo educativo realizado.
Otro problema, ¿cuánto de ese todavía modesto despliegue va a parar a individuos o empresas de cualquier tipo que van a usarlas para mejorar su productividad? Probablemente demasiado poco. Es muy bueno que tengamos la posibilidad de hablar con nuestros amigos y familiares en cualquier parte del mundo, que un número creciente de cubanos desborde las redes sociales, pero eso en sí mismo no hará sostenible el despliegue de esas nuevas tecnologías. Las redes de trasmisión de datos para facilitar los pagos online, o el uso de tarjetas magnéticas son aspectos prácticos de gran importancia.
¿En qué medida las empresas estatales, las cooperativas y los privados pueden tener acceso a Internet con fines comerciales? El poder transformador de estas plataformas depende de que toda la sociedad esté conectada. Eso proporciona la escala y los incentivos necesarios para rediseñar procesos productivos completos. ¿Existe correspondencia entre la formación de profesionales en estas ramas y un lento despliegue de la red de redes y tecnologías asociadas? Muy posiblemente no. ¿Cómo se podría pensar en mejorar el desempeño económico sin abrazar estos desarrollos? Si se le preguntara hoy a un ejecutivo cubano sobre cloud computing, una buena parte se sorprendería.
El avance en las TIC ha aumentado la transportabilidad de los servicios, haciendo viable la prestación transfronteriza. Estos mismos avances han facilitado la coordinación de actividades internacionalmente dispersas, haciendo viable la inversión en el exterior para empresas de servicios, las que también han adquirido un mayor control sobre sus propios productos y procesos, haciendo rentable la presencia comercial más allá del mercado doméstico. Asimismo, las TIC han reducido extraordinariamente el costo del procesamiento descentralizado de datos y su distribución. Esto favorece el acceso a la información y su uso con fines productivos.
Otro elemento destacable es el alto nivel de complementariedad e impacto horizontal que han demostrado las TIC, incluyendo a Internet. Estas tecnologías, por sus características, han probado ser muy flexibles para ensamblarse con otras, lo que ha permitido diseñar formas completamente nuevas de hacer viejos procesos. Además de ser en sí mismo un sector relativamente importante en muchas economías modernas (TIC, software) su penetración horizontal ha influido persistentemente en la eficiencia y productividad de otros sectores, incluso ayudando a crear ramas completamente nuevas. Estas plataformas exhiben potentes “economías de redes” o sea, mientras más individuos las usan, más útiles se vuelven para todos los usuarios.
Ellas funcionan mejor cuando existen posibilidades efectivas de complementarse con otras actividades, lo que requiere tanto la infraestructura física como las herramientas regulatorias correspondientes. Sectores enteros se están redefiniendo en estos días, piénsese en los efectos (no siempre positivos) de Uber y Airbnb. Se habla de “sharing economy”. La mayor empresa de contenidos del mundo, Facebook, no crea ninguno ella misma; la mayor cadena hotelera, Airbnb, no es propietaria de ninguna habitación; la mayor flota de taxis, Uber…
Por supuesto que estos avances no están exentos de problemas que deben ser atendidos adecuadamente, como la ciberseguridad o el uso inapropiado de datos privados de las personas y entidades. Se generan nuevos desafíos para los gobiernos, mientras que amplios segmentos de la población pueden ser afectados de múltiples maneras.
El mayor y mejor activo de Cuba es su gente, y este potencial no se va a liberar de espaldas a Internet. Es también un elemento de gran peso a la hora de atraer inversión extranjera. Ciertos aspectos de seguridad nacional son legítimos, pero seguramente es posible lograr un mejor balance que el que tenemos en la actualidad.
El uso masivo de estas tecnologías no es una moda pasajera del consumismo occidental del siglo XXI. Las TIC constituyen una plataforma tecnológica esencial de esta época, crecientemente integrada en las estructuras económicas y sociales, y con impactos crecientes y horizontales. Han revolucionado la manera de interactuar entre las personas, la forma en que las empresas identifican a sus clientes y se comunican con ellos, y hasta cierto punto han democratizado y abaratado la visibilidad para un público global. Constituyen un ingrediente imprescindible de la prosperidad contemporánea, y cualquier estrategia viable de desarrollo en el siglo XXI tiene que adoptarlas como tal.
Esta sería una de las conquistas de un país que piensa en su porvenir. Un resultado al mismo nivel de lo que significó universalizar la educación y la salud pública en los ya lejanos años sesenta en Cuba. Y sería un logro de esta generación.

Ricardo Torres
Progreso Semanal

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