viernes, 9 de junio de 2017

Cuba ante el derecho de autor: compartir o pagar

Dicen que la gente en el cine Yara se puso de pie, aplaudiendo con fervor, cuando en el pasado Festival de Cine Leonardo Padura hizo un anuncio, respecto a la película de Mario Conde, de que pronto podrían tenerla en el Paquete Semanal. Y seguramente hay otras escenas para ilustrar esa filosofía del “todo es de todos”.
Sin embargo, algunas pistas sugieren que podría no ser siempre así. Por ejemplo, en septiembre pasado Cuba y Estados Unidos tuvieron su primer encuentro oficial sobre propiedad intelectual. De lo que pasó allí sabemos poco: “ambas partes intercambiaron opiniones sobre las regulaciones vigentes en los respectivos países”, y se habló por supuesto del épico litigio por la titularidad de las marcas Havana Club y Cohíba.
De acuerdo con la única información sobre el suceso, publicada por Cubaminrex.cu, los representantes cubanos subrayaron que la protección recíproca de marcas y patentes será un aspecto esencial para el mejoramiento de las relaciones bilaterales. Esto ocurrió justo un año después de que Sony y la EGREM firmaran un acuerdo de distribución musical, cuyos términos también desconocemos.
A la lista de “lo que se cuece” podemos agregar otros hechos. En 2016 una delegación de BMI (Broadcast Music, Inc.), la segunda sociedad de autores más importante de Estados Unidos, visitó la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical (ACDAM), “con el fin de estrechar vínculos, intercambiar experiencias, y lograr en un futuro la firma de contratos de representación recíproca”, según se lee en el Anuario de la ACDAM.
En opinión de Brett Perlmutter, jefe de Estrategia y Operaciones de Google para Cuba, los buenos contenidos cubanos son la razón fundamental para que la Isla esté conectada a Internet. Y claro, en Estados Unidos “hay mucha sed” por esos buenos contenidos. Tanto así, que desde junio pasado funciona Cuba Max TV, que transmite a espectadores norteamericanos programas nacionales.
Hasta aquí las noticias. Luego, ¿en qué condiciones llega a este momento el derecho de autor en Cuba? ¿Se acerca el fin del Paquete Semanal y de los vendedores de discos? ¿Cómo se las arreglará el canal Multivisión si buena parte de su programación son series y películas norteamericanas? ¿Y el espacio de las películas del sábado, que también son casi siempre de ese país? Por lo pronto, aparecen más incógnitas que certezas.

A priori

Esta historia podría empezar, como otras, en los sesenta. Cuando Cuba se dio cuenta de que necesitaba profesionales, y no podía pagar por los libros para su formación, surgieron las Ediciones Revolucionarias: “fusilar” a conciencia y de buena fe, sin fines comerciales, porque nos asistía el derecho moral.
“Nosotros hemos nacionalizado parte de la tierra, el subsuelo, la banca, el comercio exterior, la educación, la medicina… Pues declaremos hoy nacionalizada también la cultura, la ciencia, el arte y toda la literatura que sea requerida para llevar adelante la nueva Universidad”, fueron las palabras de Fidel Castro, según las recuerda el profesor Julio Fernández Bulté [1].
Esa postura también predomina en la Ley 14 de Derecho de Autor, la cual establece que tales derechos están subordinados al interés superior de la más amplia difusión de la ciencia, la técnica, la educación y la cultura en general. Pero esta ley data de diciembre de 1977: cuando no había Internet ni tecnologías digitales, existía la Unión Soviética y no teníamos relaciones con Estados Unidos.
A mediados de los noventa hubo intentos para modificar la legislación, que finalmente no cuajaron. En 2012 el viceministro de Cultura Abel Acosta, declaró que se trabajaba en normativas para enfrentar la piratería y regular la divulgación musical y audiovisual. Pero tampoco hemos visto resultados de ese proceso legislativo.
Entretanto, despuntan algunas contradicciones: la venta de discos copiados, como actividad legal —que genera impuestos—; y por otro lado, la postura oficial en contra de la piratería. Voces autorizadas crucifican el Paquete Semanal, mientras los Joven Club impulsan la Mochila, una versión más pequeña, peinada y vestida.
Por demás, la mayor parte de la música y los audiovisuales extranjeros que se consumen en el país es de procedencia norteamericana, tanto lo que circula en las redes informales, como en la radio y la televisión. Claro, porque estamos frente a la primera industria cultural del mundo.
Todo sin pagar nada. El investigador Hamlet López señala que la ausencia de relaciones económicas normales con Estados Unidos, no permite cumplir las obligaciones contraídas con los propietarios de los derechos de copia provenientes de ese país.

Como pan caliente

“Cuando nosotros empezamos con el rap, y también comenzaba el reguetón en Santiago, muchos productores venían, se llevaban la música y la vendían”, recuerda Isnay Rodríguez, Dj Jigüe. Porque ellos sabían que los artistas cubanos no tenían herramientas para defenderse. Eso ocurría bastante: la música estaba distribuyéndose, y ni un peso ganaba ese artista, porque no firmó un contrato”.
Para muchos músicos cubanos, el Norte geográfico resulta también la Meca de realización profesional y económica. “Desde siempre, eso no es de ahora. El sueño de la mayoría de los artistas es llegar a la mayor cantidad de público, ser más visible; y una de las formas más directas es firmar con alguna gran disquera”.
Si alguna vez hablamos del “efecto Buena Vista Social Club”, ahora podríamos estar viendo la secuela de ese fenómeno: el “efecto Gente de Zona”. “Ya hay un resultado, un modelo de éxito —explica Dj Jigüe—. La gente piensa: si fulano llegó por este camino, entonces yo también puedo. De hecho, ya hay quien dice: vamos a hacer un tema con tal sabor, a ver si se pega en el mercado latino de Estados Unidos”.
En cambio, apenas se repara en los contra. “Incluso los artistas que han crecido en ese contexto aprenden con los golpes: cuando firman un contrato y se dan cuenta de que cinco años fueron esclavos de una disquera; perdieron la potestad sobre su obra. A muchos músicos cubanos les ha pasado, tal vez más que a cualquier músico, porque como nosotros hemos estado tan desconectados del mundo, en cuanto a la información, a cómo funcionan las cosas…
“Además en Cuba hay pocos abogados especializados en la industria de la música —opina Isnay—. Entonces es muy fácil para un empresario venir y pintarle tres globos a un artista. Te dicen: ‘brother, este es el contrato, lo tomas o lo dejas’. Lo lees mil veces, no lo entiendes —porque el músico no tiene formación en ese sentido—; y firmas, y ahí mismo te embarcaste”.

Y entonces…

Cuba y Estados Unidos son signatarios de la Convención Universal sobre el Derecho de Autor de la UNESCO, la Convención de Berna, y el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Llegado el momento, este sería un marco común del cual partir.
No obstante, aquí también el conflicto es de fondo: la Isla mantiene sus paradigmas sobre la cultura, el arte y la ciencia como derechos; mientras la industria norteamericana ha llevado el derecho de autor a extremos demenciales, hasta privar a los creadores de sus obras, y volver muy restrictivos sus usos y consumo.
“Cuando tengamos que sentarnos a una mesa, y empezar a cumplir lo establecido, la correlación será muy desproporcionada, como es la de ellos con todos los países del mundo”, valora una abogada de derecho de autor, que prefirió no ser identificada.
Por si fuera poco, Internet y las tecnologías de la información y la comunicación cambiaron todo: los tipos de obras, las formas de acceder y de consumir. Y lo digital implica compartir, multiplicar. A nivel mundial existe un debate anti derechos de autor y anti copyright, que los cuestiona como meros derechos de propiedad capitalista, individualistas y caducos.
¿Cuáles serían algunos escenarios posibles? “Para ver las series y las películas, como no las podremos pagar, habrá que abrir la televisión a la publicidad. Si no, ¿de qué otra manera le das a las personas lo que están acostumbradas a tener?”, adelanta la abogada.
¿Deberíamos esperar un aluvión de demandas por piratería? “Si un Dj pone música en fiestas, y se está ganando 10 dólares aquí y 20 allá, una compañía no se mete en eso, es insignificante —aduce Isnay Rodríguez—. Ellos saben que la gente lo hace, no solo aquí, en muchas partes del mundo. Esos pleitos legales se generan cuando hay grandes ganancias, como en la radio y la televisión”.
“Ponte en la función del Estado: ¿realmente sería rentable crear una división especial de la policía para ir tras los vendedores de discos, o los ‘paqueteros’? A muchos países se les ha criticado poner la policía a trabajar para los productores de Hollywood. Es absolutamente ridículo”, afirma Fidel Alejandro Rodríguez Fernández, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
La antropóloga canadiense Alexandrine Boudreault-Fournier, resume que Cuba está luchando ideológicamente con sus modelos de acceso, y quizás no sabe todavía cómo posicionarse acerca de las leyes internacionales de derechos de autores, porque contraviene esa idea de acceso universal.
En últimas, la “normalización” en esta área dependerá de concepciones trascendentales. “Hay que pensar la cultura como un recurso común de la sociedad, en función del desarrollo nacional —concluye Rodríguez Fernández—. Es parte de la definición ética del modelo social al que queremos llegar”.

Eileen Sosin Martínez
Progreso semanal

Nota:

(1) Prólogo a “Derecho de ¿autor? El debate de hoy”, de Lilian Álvarez Navarrete. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.
* Las máximas autoridades del Centro Nacional de Derecho de Autor (CENDA), de la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical (ACDAM), y de la Empresa comercializadora de la Radio y la Televisión, RTV Comercial, no accedieron a entrevistas para este trabajo.

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